¿Estarías dispuesto a renunciar a todo para ser libre? ¿Serías capaz de dejar a un lado los miedos para adentrarte en un camino desconocido y peligroso pero lleno de esperanza? Esta fue la difícil decisión que tomaron las miles de mujeres que, recién descubierto el continente americano, se lanzaron a la aventura junto al resto de exploradores durante los siglos XV y XVI. Tormentas, naufragios, ataques piratas, hambre, temperaturas extremas, supersticiones, agresiones de los indios o de sus propios compañeros de viaje… Son solo algunos de los peligros a los que se enfrentaron con un objetivo muy claro: encontrar su libertad. 

En aquella época, muchas mujeres se sentían cansadas de vivir a merced de las figuras masculinas de su entorno, que las relegaban a las tareas del hogar, crianza de los hijos y otras tareas consideradas propias de su sexo. Desmoralizadas por un futuro impuesto desde la cuna, buscaban una y otra vez la fórmula para dejar atrás esas ataduras, por lo que las más valientes decidían embarcarse en un viaje, muchas sin haber salido antes de sus pueblos, poniendo rumbo hacia un mundo desconocido y peligroso que cambiaría sus vidas para siempre.

Nobles, adineradas, pobres, religiosas, prostitutas… El anhelo de libertad era compartido por mujeres de todas las clases sociales. El único requisito en común para poder viajar al otro lado del mundo era un certificado de buena conducta, el antepasado del actual certificado de antecedentes penales. 

En sus apasionantes aventuras algunas encontraron la muerte, otras superaron las penurias y peligros para destacar con sus sorprendentes trayectorias, llegando a convertirse en figuras importantes con historias personales increíbles. Fueron pioneras exploradoras, navegantes, soldados, empresarias, esposas de colonos e incluso gobernadoras de territorios. 

Por desgracia, la historia ha silenciado sus nombres y, hoy en día, sus hazañas son invisibles para todo el que consulte este apasionante periodo de la historia. ¿Quiénes eran estas mujeres? ¡Vamos a adentrarnos en las peripecias de estas intrépidas viajeras! 

En los siglos XV y XVI miles de mujeres se lanzaron a la peligrosa aventura para explorar América con un objetivo muy claro: encontrar su libertad 
Doña Mencía Calderón fue reconocida en su tiempo gracias a su determinación y capacidad de liderazgo. Fuente: Wikipedia

Doña Mencía Calderón, nacida en la provincia de Badajoz en 1514, protagonizó una aventura apasionante digna de una película, repleta de peligros, que la reveló como una gran líder. Doña Mencía era la esposa de Juan de Sanabria, adelantado del Río de la Plata. La muerte de su marido le sorprendió inesperadamente en Sevilla mientras este preparaba un viaje con seis barcos. La viuda consiguió frenar la retirada de los inversores de la expedición y convencer al rey de que le concediese el cargo de adelantada que ostentaba su marido, a medias con su hijastro. ¡Fue la primera y última mujer que recibió esta distinción! Con ella se distinguía a los líderes de las empresas más difíciles. De esta forma, doña Mencía se hizo cargo de la expedición al Río de la Plata, por lo que viajó a América junto a sus tres hijas, María, Mencía y Francisca. Con ellas viajaba el resto del contingente y una caravana de 50 mujeres, enviadas para repoblar las colonias. Esta indómita mujer atravesó el océano y 1600 kilómetros de selva amazónica liderando un grupo de trescientas personas. Sufrieron hambruna, fueron atacados por los piratas y los indios, algunos de ellos antropófagos, y fueron secuestradas por los portugueses durante dos añosen los cuales doña Mencía perdió a una de sus hijas. Este increíble viaje duró más de seis años, para llegar finalmente a Asunción (Paraguay). A su llegada, los colonos salieron a su paso con carros y caballos para aliviarles el último tramo de camino. Doña Mencía se negó a montar, y entró en la ciudad orgullosamente, caminando por su propio pie. De aquellas 50 mujeres que zarparon inicialmente, solo 21 llegaron a su destino. Sus futuros maridos ya no las esperaban, pero esto ya no importaba. Aquella increíble experiencia las había cambiado para siempre.

La adelantada doña Mencía Calderón lideró una expedición de 6 años que cruzó el Atlántico y 1600km de selva amazónica 

Doña Isabel Barreto nació en 1567, no se sabe si en Lima o llevada allí desde Pontevedra. Fue la primera y única almirante en la historia de la Armada de Felipe II que lideró una expedición por el Pacífico en 1595. Bajo el mando de doña Isabel se logró la navegación más larga en ese océano hasta entonces (unas 3.600 leguas marinas, alrededor de 20.000 kilómetros). ¿Cómo llegó a ostentar semejante título? En un primer momento, iba junto a su marido, Álvaro de Mendaña,  que lideraba una expedición de 378 hombres y 98 mujeres. Su destino eran las islas Salomón, de las que esperaban retornar con grandes riquezas, pero se alejaron de su rumbo y finalmente llegaron a un nuevo archipiélago al que llamaron Islas Marquesas de Mendoza. Cuando al fin alcanzaron su destino, sufrieron una epidemia de malaria y Mendaña murió, nombrando a Doña Isabel marquesa del Sur, su sucesora como gobernadora de las islas y adelantada de la expedición, un grado que equivale al de almirante. Según el hispanista Francisco Maura, «demostró unas excepcionales dotes de mando y la dureza que se requería para someter a la obediencia a hombres rudos y aventureros». Doña Isabel se dirigió a Manila (Filipinas) con la expedición. La adelantada de los Mares del Sur fue recibida allí como una heroínaHabían sido los primeros en cruzar el Pacífico por el hemisferio sur. Y habían regresado con la certeza de la existencia de un quinto continente, Australia.

Doña Isabel de Barreto, primera y única almirante en la historia de la Armada de Felipe II, fue la primera en cruzar el Pacífico por el hemisferio sur
Una encomienda americana, en la que los indígenas trabajaban como esclavos de por vida. Fuente: Twitter

Doña María Escobar, nacida en 1520 en Trujillo (Cáceres), fue una noble castellana que contribuyó a la consolidación económica de América haciendo algo completamente revolucionario y sin precedentes: introdujo el cultivo del trigo  y la cebada en el nuevo continente. En 1540, iba a viajar a Perú junto a su marido, Diego Chaves, para establecerse allí. Antes de coger el barco, tuvo una idea que cambiaría su vida para siempre: coger medio almud de trigo (medida de la época que equivalía a diez decímetros cúbicos) que, al llegar, repartió entre diversos agricultores de Lima y Cañete, y ella misma también sembró esas semillas en sus propias tierras. Hoy sabemos que doña María Escobar fue la primera española que sembró trigo en Perú, lo que le valió recibir una encomienda cerca de Lima. Las encomiendas eran un terrible sistema por medio del cual los conquistadores se dedicaban a la agricultura empleando como trabajadores esclavos a los indígenas, sometiéndoles a una deuda de por vida con ellos. 

En nuestra lista de mujeres destacadas, también encontramos figuras influyentes dentro de la nobleza, como doña María de Toledo, nieta del I Duque de Alba que se casó con Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón y heredero de los múltiples títulos y poderes del almirante en las Américas.  En 1509, el matrimonio partió hacia la isla de La Española, donde Diego era virrey de las Indias, por lo que, en sus largas y usuales ausencias, doña María gobernaba en su lugar. De esta forma, técnicamente, fue virreina de las Indias entre 1515 y 1520. Sin embargo, tras la muerte de su esposo, no le concedieron el permiso para dirigir la Armada y colonizar tierra firme, probablemente por el hecho de ser mujer.

Doña María Escobar introdujo el cultivo del trigo y la cebada en el nuevo continente, y doña María de Toledo gobernó el virreinato de las Indias en ausencia de su esposo, Diego Colón, hijo del famoso descubridor
Doña María de Toledo gobernó el virreinato de las Indias en ausencia cuando su esposo, Diego Colón. Fuente: Tuotrodiario.com

Las más intrépidas destacaron como aguerridas combatientes. María de Estrada, sevillana de nacimiento, fue una figura relevante en la conquista de México y está considerada como una de las pocas mujeres soldado que participaron el ella, al menos, que se sepa.  Se cree que viajó en 1509 acompañando a su hermano, el conquistador Francisco Estrada, para establecerse allí. Participó en la expedición de Hernán Cortes y sobrevivió a la llamada Noche Triste, del 30 de junio al 1 de julio de 1520, en la que los españoles fueron derrotados por el ejército mexicano. Los cronistas cuentan que «se mostró valerosamente haciendo maravillosos y hazañeros hechos con una espada y una rodela en las manos, peleando valerosamente con tanta furia y ánimo, que excedía al esfuerzo de cualquier varón, por esforzado y animoso que fuera, que a los propios nuestros ponía espanto». Cortés la recompensó por su valentía y le concedió la encomienda de Tetela del Volcán, Nepopualco y Hueyapan.

Otra figura apasionante de mujer combatiente, quizá la más sobresaliente de esa época, es Catalina de Erauso, una donostiarra conocida como “la monja alférez”. Abandonó el convento en el que era novicia en España para dar un giro total a su destino, viajando al Nuevo Mundo para combatir como soldado de infantería en los reinos de Perú y Chile. Catalina se ganó el respeto de sus superiores y de sus compañeros soldados. Hemos conocido muchos detalles de su vida gracias a su propia autobiografía, Historia de la monja alférez, donde además de describir sus hazañas, reconocía abiertamente su homosexualidad, algo inusual para aquella época. Le gustaba vestir ropas que en aquel momento la hacían parecer un hombre, ya que eran vestimentas reservadas para ellos. Llevaba el pelo corto y usaba nombres de varón, como Antonio de Erauso. Ganó el cargo de alférez en la batalla contra los mapuches, en Chile, y su figura es controvertida, no llegando a saberse en realidad qué parte de la historia es real y qué parte leyenda

María de Estrada y Catalina de Erauso, la monja alférez, dejaron atrás su vida en España para triunfar como soldados en la conquista de América
Inés Suárez fue una conquistadora que pasó a la historia por sus hazañas y ferocidad en la batalla. Fuente: Wikipedia

Otras mujeres lograron grandes hitos sociales y económicos durante la conquista y colonización de América: Beatriz de la Cueva se convirtió en gobernadora de Guatemala, por ejemplo, y Mencía Ortiz creó una compañía para el transporte de mercancías a las Indias, con lo que fue considerada una de las primeras empresarias en América. Isabel Rodríguez tuvo la idea de crear un cuerpo de enfermeras que acompañase a los combatientes, por lo que recibió de la Corona el título de médico honorario. Se convirtió en una de las primeras mujeres de la historia en ejercer la Medicina.

Esta fue una época de la historia llena de luces, pero también de sombras, especialmente por el trato que dieron los conquistadores a los pueblos indígenas. En ella también hubo mujeres que se hicieron conocidas por ser sanguinarias en la batalla: Beatriz Bermúdez de Velasco participó en uno de los combates para conquistar Tenochtitlán. Su ferocidad era tal que obligó a volver a la batalla, espada en mano, a los españoles que se rendían con la amenaza de matarlos si no socorrían a sus compañeros. También es conocida la historia de Inés Suárez, que batalló contra los araucanos en Chile, y decapitó a sus principales caciques sin pensárselo dos veces.

Gobernadoras, empresarias, médicos… Las mujeres lograron grandes hitos sociales y económicos en el Nuevo Mundo
Fieras, inteligentes, sorprendentes, indómitas... Las colonizadoras del nuevo mundo alcanzaron grandes logros pese a un entorno desfavorable. Fuente: El dardo de la palabra

Por suerte, las aventuras de algunas de ellas han logrado sobrevivir durante siglos de silencio, haciendo innegable la decisiva presencia femenina en la historia del mundo. Sus aportaciones impactaron notablemente en el ámbito social, cultural, político y económico. En un entorno que las relegaba y sometía, mostraron la valentía, inteligencia y perseverancia que las llevaron a alcanzar grandes logros. Por ello, es justo que obtengan su lugar en nuestra memoria, de igual manera que lo hicieron sus coetáneos, durante tantos siglos.

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