Hablar de kárate femenino español es hablar de Sandra Sánchez (Talavera de la Reina, 1981), una deportista que se ha convertido en leyenda de esta disciplina de origen japonés en nuestro país. Su historia de amor con el kárate comenzó cuando aún era una niña de coletas, muy decidida y algo «cabezota», que, con sólo 4 años, rogaba a sus padres que la apuntasen al mismo gimnasio al que iría su hermano, Pakito, a aprender este arte marcial. Sus padres creyeron que a ella le gustaría más practicar bailes de salón, pero no podían ni intuir que su pequeña Sandra estaba iniciando un apasionante camino que la llevaría a convertirse en número 1 del ranking mundial WKF, campeona del mundo (2018 y 2019), y mejor karateka de la historia en kata femenino, con un increíble palmarés que sigue creciendo día a día.

Pronto quedó claro que lo del baile no iba con ella, “mostraba mi carácter poniendo a prueba a mis padres con mis convicciones y mi tesón, lo del baile como que me gustaba poco o nada”, y que la verdadera diversión para Sandra era compartir luchas, aprendizaje y retos con su hermano mayor. Poco a poco, la pequeña Sandra iba avanzando en los entrenamientos y empezó a presentarse a competiciones infantiles, siempre acompañada por sus padres, que la animaban a pesar de las derrotas: «Durante todos esos años que no conseguía ganar, siempre decían: «No importa, ¡eres la mejor!», recuerda.

Otra figura fundamental en estos años fue su maestro, Javier Pineño: «Él me ha formado en esa parte de valores profesionales desde que era una niña, con sus enfados y regañinas». Javier se convirtió, para ella, en un referente como persona y como luchador, por eso, Sandra siempre le dedica palabras de afecto y admiración: «Es todo corazón, sincero, desde muy pequeña he visto cómo daba todo lo que tenía a todo el mundo y le he visto pelear y defender lo que consideraba justo, sin importar contra quién», explica.

Con 4 años, Sandra iniciaba un apasionante camino que la llevaría a convertirse en número 1 del ranking mundial WKF, campeona del mundo y mejor karateka de la historia en kata femenino
Sandra y Pakito compartían su afición infantil.
La primera copa de Sandra compitiendo. Fuente: S. S.

Junto a Pineño, «Sandra- San», la niña inquieta que adoraba la serie japonesa «Bola de dragón», fue convirtiendo el kárate en su forma de vida, una profesión construida a base de esfuerzo, constancia y perseverancia.  «El kárate me ha hecho ser como soy, me ha forjado un estilo de vida propio y también como persona«, afirma. «El kárate es mi pasión y mi vida», concluye.

La karateca nunca dejó de estudiar mientras entrenaba y competía y, así, consiguió licenciarse en Ciencias del Deporte (INEF) en la Universidad de Castilla la Mancha, en Toledo (excepto el último año, que lo cursó en Lisboa, en la Universidad Lusófona) . Cuando terminó la carrera, se fue a vivir a Australia «de busca vidas», eso sí, sin dejar de entrenar. A su vuelta a España, decidió dejar la competición: «Me animaron a seguir compitiendo, pero yo sabía que necesitaba subir el listón de mi nivel físico y técnico, con un entrenamiento específico, era un requisito imprescindible», recuerda.

Sandra estaba segura de que la única persona que podía llevarlo a cabo era el prestigioso profesor de kárate Jesús del Moral. Pero entrenar con él no estaba al alcance de cualquiera y la karateka recibía una negativa tras otra: «Utilicé todos los recursos que estaban en mi mano, erre que erre, hasta que por fin me dio la posibilidad de acceder a su gimnasio. He de reconocer que a concienzuda y perseverante no me gana nadie«, dice sonriente. La joven quería demostrar a su nuevo maestro que no le decepcionaría, y lo consiguió. Jesús se convertiría, poco a poco, no sólo en su entrenador, sino también en su amigo, confidente y pareja sentimental: «Él decidió hacerme campeona del mundo. Me gusta decir que soy producto de su esfuerzo, pero, sobre todo, me gusta que saca mi mejor versión como karateka y como persona, porque me hace sonreír cada día», dice.

«El kárate me ha hecho ser como soy, me ha forjado un estilo de vida propio y también como persona. Es mi pasión y mi vida«
Sandra y Jesús, un tándem imparable. Fuente: Sandra Sánchez

El trabajo junto a Jesús comenzó a dar frutos cuando el club Al Ahli de Dubai (Emiratos Árabes Unidos) se fijó en ella y la contrataron para enseñar y competir en su nombre.  Amante de los viajes y emocionada por esta oportunidad de crecimiento, Sandra se mudó a Abu Dabi, ciudad en la que vivió dos años y logró dos campeonatos de Europa. Por fin, a sus 32 años, la castellano manchega conseguía subirse a un podio internacional por primera vez. Había seguido la directriz de su lema personal: “No te canses de intentarlo y convertirás lo imposible en una realidad”.

2015 fue un año mágico para Sandra, un momento de inflexión en su trayectoria, en el que hizo historia en el deporte español al ser la primera karateca española, en la modalidad de katas, que conseguía alzarse con el primer puesto de la Liga Mundial de Kárate. Gracias a esta victoria, Sandra pudo lograr uno de sus grandes sueños: formar parte de la selección española. Además, la Federación Española de Kárate le brindó su apoyo y la talaverana consiguió revalidar este primer puesto cinco años seguidos. Además, ese mismo año logró convertirse en Campeona de España y de Europa, manteniendo ambos títulos hasta la actualidad.

«Siento un gran orgullo representando a mi país y sus colores, cada vez que depositan su confianza en mí actualizan su apuesta y no puedo defraudar. Cuando salgo al tatami lo doy todo en los katas, confío en el trabajo que hay detrás. A través de mis gestos y mi mirada, trato de transmitir lo que siento. Llevar el kárate nacional al más alto nivel mundial me hace sentir muy grande«, explica.

“No te canses de intentarlo y convertirás lo imposible en una realidad”

En 2018, llegaría otro gran momento de su carrera: fue reconocida por la Federación Mundial de Kárate como la mejor karateca de la historia en la categoría de kata femenino, después de permanecer durante tres años seguidos como líder del ranking.  Ese mismo año obtenía su primer título mundial, que renovaría en 2019. 

Para mantener el nivel de la alta competición, Sandra entrenaba más de 6 horas diarias en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Con la llegada de la pandemia, se vio obligada, como el resto de deportistas que residían en el centro, a confinarse en su casa, tratando de mantenerse en forma. En su caso, tuvo la fortuna de vivir con su entrenador y disponer de su propio tatami en su domicilio. El anuncio de que los próximos Juegos Olímpicos se aplazarían a 2021 le dio tranquilidad: «Mi próximo objetivo top es estar en Tokio«. Será la primera edición que incluirá al kárate en el programa olímpico y, tal vez, la última (quedará excluido en la edición de París 2024). Además, los Juegos tendrán lugar en Japón, cuna de este arte marcial: «Las medallas olímpicas son consideradas un gran reconocimiento a toda una carrera deportiva profesional», sentencia.

Sandra afronta la incertidumbre que nos ha traído la COVID-19 con fuerza interior y una actitud positiva peculiar que cultiva a diario, parte de la filosofía del kárate: «Hay vivencias, entre todo esto, que nos recuerdan lo bueno y la calidad humana de mucha gente, nos hemos tenido que reinventar, gestionar muchos sentimientos, hacernos fuertes, mantenernos unidos y volver a reactivar nuestros sueños y ganas de cumplir el objetivo Olímpico», asegura.

Sandra compite en la categoría de kata femenino, su favorito es "Papporen". Fuente: Sandra Sánchez.

Además de entrenar y competir, Sandra y Jesús comparten con otros su filosofía, realizando cursos y seminarios por todo el mundo. Gracias a ellos, transmiten sus conocimientos y experiencias a sus alumnos en diferentes países. 

Esta actividad enlaza directamente con otra de las pasiones de Sandra: viajar. «Me encanta ahorrar en una hucha e ir de un lado para otro. Aprovecho las competiciones deportivas y los cursos para coger un avión y perderme en naciones desconocidas que de pequeña solo conocía en los mapas». Aunque no siempre es posible escaparse durante las competiciones, suele encontrar algún momento libre para salir: «Es un lujo tener la posibilidad de conocer gente nueva y de diferentes etnias, pues me permite analizar de cerca las costumbres de mis oponentes y contrincantes más cercanos», afirma. 

Su debilidad, como no podía ser de otra forma, son Japón y Asia en general: «Cuando llegué por primera vez quería ver el país entero, vivirlo todo, aprender de los grandes maestros como Inoue, Higaonna, Sakumoto o grandes competidores como Rika Usami y vivirlo intensamente en primera persona, protagonista de mi propia película ensoñada», explica. 

“Mejorar como persona debe ser siempre prioritario a ganar o perder”
La cultura y artes marciales japonesas fueron el gran referente de Sandra desde su infancia. Fuente: Sandra Sánchez.

Esta deportista, risueña, divertida y de talento innato, tiene muy claro cuál es su forma de ver el mundo: “Jamás abandono tras una derrota: no poder conseguir el oro en los campeonatos solo da nuevas oportunidades. Nadie es invencible, siempre pienso eso para superar a mis rivales. La competición es muy dura y el nivel muy alto. Nunca puedes confiarte”, reflexiona.

A pesar de todo lo que ya ha conseguido en su deporte, su principal motivación es seguir creciendo, consciente de lo que le falta por recorrer: “Mejorar como persona debe ser siempre prioritario a ganar o perder”. En el deporte y en la vida, huye de los pensamientos negativos que no le ayudan a centrarse en lo que realmente le importa: “Ser feliz”.

A las nuevas generaciones, les deja un mensaje lleno de la sabiduría de los auténticos campeones: «Hagas lo que hagas, hazlo para conseguir algo en tu interior (tu crecimiento, tu mejora) no algo exterior, como las medallas o el reconocimiento. Porque se evaporan y se olvidan. Tu crecimiento te da la oportunidad de conseguir nuevas metas y nunca tiene fin. Es un camino infinito”. Una reflexión valiosa de una deportista inspiradora, digna de admiración y cuyos valores, la perseverancia, el respeto y la honestidad, nos dibujan una sonrisa en la cara. 

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