Las mascarillas se han instalado en nuestra rutina diaria. Ya sea para salir a comprar el pan, o dar un paseo con amigos, estas máscaras protectoras ahora vienen siempre con nosotros. Una nueva normalidad que para muchos es incómoda o aparatosa. Pero, seguramente, la esgrimista Araceli Navarro (Madrid, 1989), se las apañe bastante bien, porque lleva desde los nueve años respirando bajo una careta bastante más pesada. 

Aunque primero se inició en el patinaje, ya no puede ver la vida de otra forma que no sea a través de la malla de alambre de su «casco», mientras soporta el peso de la barbada (destinada a proteger la garganta). La máxima representante de la esgrima en nuestro país, se enamoró del deporte en una exhibición a la que le llevó su madre: «Me dijeron de probar y me gustó tanto que dejé el patinaje«, confiesa.

Han pasado más de veinte años desde ese momento, y aun las lesiones, los momentos de frustración, o la precariedad, Araceli se aferra a su sable sin intención de rendirse. 

Araceli Navarro por @sandraberto

Mujer coraje

Se define a sí misma como una mujer coraje. Y, la verdad, no hay nada más valiente que plantarle cara al destino. La esgrima es el único deporte de origen español que tiene una categoría en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, es uno de los más olvidados y con peor financiación del país. Por eso, entre competición y entrenamientos, Araceli ha tenido que buscar tiempo, de donde parecía que no lo había, para tener un segundo trabajo: «Hay que dar más luz y apoyo a este deporte (que es considerado como minoritario) para que podamos dedicarnos exclusivamente a él, y así podamos estar en igualdad de condiciones con otros países en las competiciones».

Parece que cuando quieres algo con fuerza puedes con todo. Esa es la historia de Navarro con la esgrima: «Es una forma de vida. Una oportunidad para crecer como deportista y como persona. Me ayuda a aprender cómo gestionar mis emociones, problemas y obstáculos. Es un aprendizaje para siempre». 

Aprender a perder es una filosofía que los deportistas llevan muy adentro y que siempre les anima a seguir y a levantarse con más fuerza. En los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, Araceli le dio al mundo una lección de superación cuando, en medio de la competición, sufrió una luxación de hombro y quiso seguir a pesar de eso. Un momento que recuerda con impotencia porque «quería continuar pero pasaba el tiempo y poco a poco me iba dando cuenta de que mi sueño acababa ahí. Por mi cabeza pasaban todo tipo de pensamientos, hasta quería intentar meterme el hombro yo sola. Al decirme el médico que me tenía que retirar, me puse muy triste, me enfadé y pensé: ¡No puede ser! Quería seguir, terminar el asalto, y ver hasta dónde era capaz de llegar», relata.

Parecía que lo tenía todo en contra, pero no bajó la guardia y, en 2009, solo un año después de su lesión de hombro, consiguió el bronce en el Campeonato del Mundo junior celebrado en Belfast, (Irlanda del Norte). Un momento que Araceli recuerda con especial ilusión: «Venía de la operación del hombro y de toda la experiencia de Pekín. Estoy muy orgullosa de cómo trabajé para afrontar esa competición y del resultado que conseguí».

Dicen que la vida no golpea dos veces, pero no es el caso de Araceli. Después de la lesión en Pekín, trabajó como nunca para clasificarse en los Juegos Olímpicos de Río, en 2012, y, finalmente, no pudo colarse en la lista: «Fue muy duro porque había entrenado mucho, tenía muchas esperanzas, ganas de ir y terminar lo que empecé en Pekín», explica. 

Tokio tendrá que esperar 

Durante estos últimos meses ha intentado sacar el lado positivo  de la situación. Como todos, ha encontrado algo de paz en ese parón forzoso del reloj para poder pasar más tiempo con su familia, sus perros, y también, muy importante, consigo misma. «Para mí, algo positivo del confinamiento es que hemos tenido la oportunidad de ralentizarnos, dejar de vivir corriendo por un tiempo. Quizás esta situación nos haya obligado también a reinventarnos y buscar nuevas oportunidades en este desafío», asegura.

Al igual que otros deportistas de élite, Navarro ha tenido que adaptar su rutina de entrenamiento al hogar, pasando de dedicarle a la esgrima unas cinco horas diarias, a dos entrenamientos físicos por día. También trabaja la mente gracias a la ayuda de África Martín, volcada en su desarrollo personal: «Hacemos meditación, ejercicios de respiración y visualización», explica. 

Porque aunque de momento Tokio 2020 esté en un limbo, Navarro sigue teniendo el gran evento deportivo en mente: «Lo vivo con la incertidumbre de no saber cuándo empezará todo de nuevo, pero el objetivo sigue siendo el mismo. Hay que esperar a que todo vuelva a la normalidad y así poder hacer una nueva planificación». 

«Mente sana, cuerpo sano», es una premisa que Araceli no ha querido olvidar durante el confinamiento: «Cuidarse tanto física como mentalmente en estos momentos es imprescindible, así que trato de comer lo más saludable posible y dedicarle tiempo todos los días a la meditación y relajación».

Gracias a la ayuda de África y a su esfuerzo y ganas de seguir aprendiendo, Araceli asume que no todos los días son iguales, y que, por tanto, no se pueden recibir de la misma manera: «Lo más importante es aceptar que hay días en los que todo va bien, todo fluye y no te cuesta dar el cien por cien. Pero también hay días en los que parece que todo pesa. De los dos días hay cosas que aprender y si te lo tomas como un reto en el que sabes que ese día es más complicado, pero aun así quieres ver hasta dónde eres capaz de dar, de repente te encuentras dando el máximo».  

Nacida para ganar

Araceli tiene madera de ganadora. Hasta en doce ocasiones se ha coronado como campeona de España Senior. En 2018 se colgó la medalla de plata en la prueba de Copa del Mundo de Sable en Orleans, Francia. Una victoria que recuerda con especial ilusión: «Es una de las competiciones del circuito que más me gustan y siempre he querido ganar una medalla allí. Fue la primera vez que íbamos nueve representantes españolas, así que tuve el apoyo, el ánimo, y la alegría de todas mis compañeras. Fue genial conseguir esa medalla con ellas, lo recuerdo con mucho cariño«. 

Fue su primera medalla en la Copa del Mundo, pero no la primera vez que celebraba un éxito arropada de su equipo. En ese aspecto, la madrileña nos cuenta que, juntas, han vivido grandes momentos, y que sus viajes para disputar distintos campeonatos, han dejado más de una anécdota por el camino: «Hace años volvíamos de una competición. El entrenador tuvo que volver unos días antes, por lo que estábamos solas. En el aeropuerto nos dijeron que llevábamos sobrepeso en las maletas, y que teníamos que pagar. Al no llevar dinero, intentamos que nos dejaran facturar las maletas, pero después de estar mucho tiempo intentando prácticamente de todo, nos dijeron que las maletas se quedaban allí. Se estaba acercando la hora de cierre, así que decidimos ponernos toda la ropa de esgrima hasta que no tuviéramos sobrepeso. Íbamos corriendo por todo el aeropuerto (porque, cómo no, la puerta de embarque era la última) con la equipación puesta, la careta en la mano, y casi sin poder movernos. Estaban diciendo nuestros nombres de última llamada cuando por fin llegamos. ¡Sudábamos como pollos! Toda la gente del avión se puso a aplaudirnos y felicitarnos por haberlo conseguido. Desde entonces, viajamos con lo justo e indispensable», recuerda entre risas.  

 

Araceli está muy unida a su equipo

«Si se da visibilidad a las deportistas, las más pequeñas pueden tener más referentes femeninos»

Cuando todo esto acabe, a Navarro le gustaría ver y, sobre todo, abrazar, a su familia y amigos, un pilar fundamental en su vida. Sin olvidarse de la competición porque «es una de las cosas que más echo de menos», comenta. 

También quiere volver a su «furgo» para perderse por distintos paisajes. Le encantan los amaneceres y es toda una apasionada de la lectura.

Iniciativas como Sportfem le parecen muy necesarias: «Se da visibilidad a las deportistas y así las más pequeñas pueden tener más referentes femeninos. Espero que en un futuro se dé la misma importancia al deporte masculino que al femenino y no haga falta este tipo de iniciativas».

Si tuviera que darle un consejo a una niña que también quisiera empezar en la esgrima, Navarro tiene bastante claras sus palabras: «No hay que practicar un deporte por el dinero que vayas a ganar, sino porque te guste y apasione. La esgrima es un deporte muy divertido en el que desafías a tu cuerpo, pero también a tu mente. Es muy estratégico, por lo que nunca hay dos asaltos iguales. Una vez lo pruebes, no podrás parar, así que cuidado». 

Desde luego, no podemos más que agradecerle que nunca haya querido parar y que nos siga regalando grandes momentos sobre la pedana. Le gustaría ser recordada como «una persona que trató de dar lo mejor de sí misma en todo momento», y ya solo con lo que hizo en Pekín en 2008, su esfuerzo y superación no podrán olvidarse nunca. 

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