Dentro de las bellas artes, la pintura es una de las expresiones más antiguas de la humanidad. Espejo de cada momento histórico, la pintura nos une, apelando a un sentimiento universal que no entiende de diferencias entre individuos.

 

Como sucede en otras disciplinas, durante siglos han sido protagonistas pintores masculinos, siendo pocas las mujeres que han logrado pervivir en la historia del arte.

 

Estas siete pintoras, de diferente procedencia y estilo, son un ejemplo de talento y maestría. Siete vidas marcadas por una misma pasión, de mujeres que han dejado obras inigualables para la posteridad.

 

Sofonisba Anguissola, renacentista
Autorretrato Sofonisba Anguissola.

De las 1128 obras expuestas en el Museo del Prado de Madrid, solo tres están firmadas por una mujer, y las tres están firmadas por la misma: Sofonisba Anguissola (Italia, 1532-1625). Una mujer de talento único, que dada la moral de la época, no pudo instruirse en anatomía humana, una materia que, por incluir desnudos, era considerada inaceptable para una mujer.

 

Nacida en una familia relativa a la baja nobleza genovesa, Sofonisba recibió una educación humanista, gracias a la cual, ella y cuatro de sus hermanas, pudieron dedicarse a la pintura.

 

Coetánea de Leonardo, Miguel Ángel o Rafael, Sofonisba fue una de las principales figuras pictóricas del Renacimiento. Durante su vida estuvo muy ligada a la corte española, ejerciendo como pintora de cámara de Felipe II e Isabel de Valois.

 

Entre sus obras destacadas se encuentran El juego de ajedrez (1555) o Chico mordido por cangrejo (1549). Su repertorio engloba más de cincuenta cuadros, expuestos en galerías de Bergamo, Budapest, Madrid, Milán, Nápoles, Siena y Florencia. Además, su trayectoria ha tenido una enorme influencia en las generaciones venideras, sirviendo como precedente para la inclusión de la mujer en disciplinas académicas, gremios y talleres.

 

Rachel Ruysch,  barroca

 

Autorretrato Rachel Ruysch.

Conocida por su prolífica obra, Rachel Ruysch (Países Bajos, 1664-1750) pintó más de un centenar de cuadros, siendo la representación de bodegones una constante en su obra. Gracias a su constante trabajo artístico, fue la pintora mejor pagada de la época, erigiéndose como una de las figuras femeninas más importantes del Barroco.

 

Procedente de Países Bajos, Rachel se casó con el retratista Juriaen Pool, con el que tuvo diez hijos, trabajando ambos para la corte de Düsseldorf. Su éxito parte de un estilo de dibujo firme y enérgico, ejecutado de forma exquisita.

 

La inigualable reputación de Rachel era exacerbada por los poetas coetáneos, quienes la alababan en su escritos. La neerlandesa siguió pintando hasta los 83 años lo que más disfrutaba: los bodegones de flores sobre fondos oscuros, como por ejemplo, sus dos obras: Flores en vaso de cristal (1704) y Naturaleza muerta en jarrón (1716).

 

María Blanchard, cubismo
Autorretrato María Blanchard.

Protagonista de la Vanguardia española, María Blanchard (Santander, España, 1881-1932) es una de las grandes figuras del cubismo del SXX. En su obra, colores expresivos, líneas duras y agitados contrastes, transmiten con crudeza los sentimientos más íntimos.

 

María nació en el seno de una familia culta de la burguesía montañesa. Debido a una caída que sufrió su madre durante el embarazo, su vida estuvo marcada por los problemas de salud.

 

Tras formarse en diferentes estudios de pintura en España, con 28 años recibe una beca para estudiar en París, recibiendo las enseñanzas de los maestros Hermenegildo Anglada Camarasa y Van Dongen. María quedó fascinada por la atmósfera de libertad parisina, y decidió quedarse a vivir en la capital francesa.

 

La pintora fue olvidada hasta 80 años después de su muerte cuando, por fin, su obra comenzó a exponerse en galerías y museos. María es como esas extrañas flores que crecen en la montaña contra todo pronóstico, una artista única en su especie que compartió con el mundo su especial visión de la realidad.

De entre sus óleos destacamos Composición cubista (1918) y Mujer con abanico (1916). Según el Diario Frances L’Intransigeant “Su arte es poderoso, hecho de misticismo y de un amor apasionado por la profesión. Ella quedará como uno de los auténticos artistas más significativos de nuestra época.” 

Kate Kollwitz, expresionista
Autorretrato Kate Kollwitz.

Las desgarradoras vivencias de la guerra y la pérdida de un hijo marcaron el hilo conductor en la trayectoria artística de Kate Kollwitz (Alemania, 1867-1945). Esta pintora expresionista de origen alemán, se hizo un hueco en la cultura contemporánea gracias a un estilo muy personal, desde el que reflexiona sobre la miseria humana, dignificando a sus protagonistas.

 

Nacida en un hogar medio luterano, medio socialista, en la adolescencia Kate comenzó retratando marineros y campesinos que acudían a la oficina de su padre, que se dedicaba a la construcción. Cuando su talento se hizo palpable, pasó a estudiar en la Escuela de Arte para Mujeres de Berlín donde recibió la influencia de Klinger, interesándose por la técnica del grabado y los temas sociales.

 

Durante el nazismo, Kate vivió el hostigamiento relativo a los artistas de vanguardia, a través de las burlas y desprecios hacia su talento por parte del régimen nazi. Además, durante un bombardeo de los Aliados, el estudio de la alemana fue reducido a escombros, perdiendo en él casi la totalidad de su obra.

 

Cuadros como La gente (1922) o La viuda (1921) confirman que la sobresaliente obra de Kate eleva la belleza a categoría moral, haciendo de la ética y la estética dos caras de la misma moneda. Una mujer marcada por su tiempo, que supo trascender a través del arte las tragedias del ser humano.

 

Remedios Varo, surrealista

Pintora surrealista, ilustradora, diseñadora publicitaria y escritora, Remedios Varo (Gerona, España, 1908-1963) fue una mujer polifacética, con un talento característico que la diferencia del resto de artistas.

 

Aunque nació y se formó en España, es considerada natural de México, debido a su exilio durante la Guerra Civil Española. Fue una de las primeras alumnas en la Academia de San Fernando, compartiendo tertulias en la Residencia de Estudiantes con artistas como García Lorca Dalí. Durante su juventud trabajó como diseñadora en Barcelona, integrándose en el círculo catalán de pensadores lógicofobistas.

 

Cuando estalló la Guerra Civil se posicionó con el bando republicano, desplazándose a Francia de la mano del famoso poeta surrealista Perét, donde permaneció hasta la invasión nazi.

 

En los años 50, viajó a Venezuela trabajado como ilustradora entomológica en una expedición científica que financiaba el Instituto Francés de América Latina. Dos años más tarde, contrajo matrimonio con el político austriaco Walter Gruen, un enamorado de su obra, que la animó a dedicarse íntegramente a la pintura, proporcionándole estabilidad económica.

 

Entre sus obras célebres, destacan Ascensión al monte análogo (1960), Creación de las aves (1957) o Bordando el manto terrestre (1961). Bohemia y surrealista declarada, la obra de Remedios está impregnada de una atmósfera mística en la que conviven elementos simbólicos, oníricos y arquetípicos.

 

Raquel Forner, naturalista
Autorretrato Raquel Forner.

Raquel Forner (Argentina, 1902-1988) fue pintoraescultora y profesora de dibujo. La argentina mostró interés en el arte desde muy pequeña y, tras terminar los estudios primarios, ingresó en la Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, donde se licenció como profesora de dibujo en 1922.

 

Durante su juventud, en su estancia en Francia, se hace un hueco en los grupos intelectuales de jóvenes argentinos residentes en París, exponiendo en el Salón de las Tullerías en 1927. Durante la siguiente década, se traslada a Buenos Aires donde va afianzando su reputación como artista. En 1932 funda el primer curso libre de arte plástico junto a otros artistas, entre los que se encontraba el que se convertiría en su futuro esposo, Bigatti.

 

Durante su trayectoria artística, Forner evoluciona del naturalismo a un tipo de expresionismo muy original, prueba de ello son cuadros como Éxodo (1940) o Apocalipsis (1954). El centro de sus obras es siempre el ser humano, retratando la angustia, tristeza y fugaz esperanza de un momento histórico estremecido por las guerras.

 

Maruja Mallo, surrealista

Maruja Mallo (Lugo, España, 1902-1995) fue una de las principales figuras de la Generación del 27. Una artista revolucionaria que formó parte de la Vanguardia en Madrid, compartiendo vivencias con grandes personajes del momento como Dalí, Rafael Alberti, Federico García Lorca o Juan Ramón Gómez de la Serna.

En 1929 la gallega expuso sus primeros cuadros en una exposición organizada por José Ortega y Gasset, convirtiéndose en la artista revelación del momento. Más tarde, obtuvo una beca para estudiar en París, donde conoce de cerca a artistas como René Magritte, Max Ernst, Joan Miró o Giorgio de Chiricoy. Es en la capital francesa donde su estilo evoluciona hacia el surrealismo, trascendiendo a la maestría de la técnica.

En 1936 Maruja comienza su etapa constructivista, exponiendo en las principales galerías de Londres y Barcelona cuadros como La verbena (1927), Canto de las espigas (1929) o Cabeza de mujer (1941). Ese mismo año, con el estallido de la Guerra Civil Española se ve obligada a huir de su tierra natal, peregrinando a Buenos Aires donde continúa desarrollando su pasión por la pintura.

 En 1982 el Ministerio de Cultura le concedió la Medalla de Oro de Bellas Artes y el Museo Reina Sofía recoge su obra pictórica. El poeta y pensador Federico García Lorca dedicó unas palabras a esta gran artista: «Maruja Mallo, entre Verbena y Espantajo toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad.” 

Una mujer de imaginación sin límites, esta adelantada a su tiempo fue una enamorada de la libertad. Maruja se consagró como una de las figuras claves de la época y, a día de hoy, sigue siendo considerada como una artista transgresora.

Comments

  1. Con todo respeto, la obra que han puesto de María Blanchar, no es de ella, es de Tora Vega Holmström, se conocieron y fueron amigas en París. Si miran y (ven ) un poquito la obra de María verán que poco tiene que ver con el retrato que le hizo Tora.

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